2023: perspectivas de una compleja realidad

Por Mary García

El año que recién comenzó trae consigo una compleja realidad para el mundo, marcada por la inflación, la inseguridad alimentaria, la crisis energética, más presiones en la cadena de suministro y en la competición geopolítica global, la descomposición de los sistemas de seguridad y gobernanza internacional, y la capacidad colectiva para responder a todo ello.

El conflicto ruso-ucraniano, que cerró el 2022 en el centro del agravamiento del panorama internacional en todos los sentidos, continuará como protagonista y, en este 2023, el orbe empezará a notar su verdadero alcance y la profundidad del impacto global de esa guerra.

Ante esta situación, que nos demostró en el año anterior que, a mayores riesgos, más desfasados están los sistemas de protección que deben resguardarnos de tanta volatilidad, numerosos analistas políticos ya vislumbran cuatro de los escenarios más probables que viviremos y enfrentaremos en el presente y futuro más inmediatos.

Aceleración de la competición estratégica

La guerra de Ucrania ha acelerado el cisma y la confrontación entre los grandes poderes globales. La tensión armamentística se ha añadido a la competencia comercial, tecnológica, económica y geoestratégica que ya definía las relaciones entre Estados Unidos y China y que se intensificará en 2023.

A pesar de ello, no estamos ante un mundo dividido en dos bloques estancos, sino en plena reconfiguración de alianzas, que obliga al resto de actores a resituarse ante las nuevas dinámicas de competición estratégica y a buscar espacios propios en una transformación que es global, pero que en 2023 seguirá teniendo su epicentro en Europa.

Inoperatividad de los marcos globales de seguridad colectiva

La guerra de Ucrania ha dejado al descubierto que, cuanto mayor son los riesgos que genera la confrontación geoestratégica, más obsoletos parecen los marcos de seguridad colectiva.

Desde el 24 de febrero de 2022, los paradigmas de la arquitectura de seguridad, tanto global como europea, han cambiado drásticamente.

Por un lado, hemos asistido a una revitalización del papel de la OTAN; mientras que, por el otro, las imágenes de la invasión militar rusa aceleraban la percepción de descomposición del sistema de seguridad internacional, aumentando la sensación de vulnerabilidad y desorientación estratégica que acompaña los cambios estructurales actuales.

¿Recesión económica global?

Las consecuencias de la guerra de Ucrania en la energía, las persistentes rupturas en la cadena mundial de suministros, así como las políticas monetarias adoptadas frente a una inflación creciente han llevado al pesimismo para el futuro económico de 2023. Según el Fondo Monetario Internacional, 2022 cerró con un crecimiento económico mundial alrededor del 3.2 %; no obstante, en sus previsiones para el año próximo, esta cifra caería hasta el 2.7 %, la más baja desde 2001 con la excepción de 2020 por el impacto de la pandemia.

El Banco Central Europeo alerta de que la Eurozona podría entrar pronto en una leve recesión técnica o estancamiento. Un escenario sombrío para un mundo que aún trata de revertir los estragos sociales y económicos de la pandemia y, de nuevo, se ve abocado a la volatilidad.

Crisis de acceso y garantías a los bienes básicos

La guerra en Ucrania ha agravado las dificultades de acceso a la energía, a los alimentos y al agua potable. La provisión de bienes públicos globales, que es un requisito previo para el desarrollo y es vital para la reducción de la pobreza y la desigualdad entre países, sufre hoy los estragos de la rivalidad geopolítica, de una nueva confrontación por los recursos naturales, así como de los efectos de un debilitamiento de la gobernanza global y de la cooperación internacional.

El impacto del conflicto entre Moscú y Kiev en las exportaciones mundiales de productos agrícolas, semillas y fertilizantes ha agravado la crisis alimentaria mundial ya existente por la convergencia de los shocks climáticos, los conflictos y las presiones económicas. Causas interconectadas que, después de años de progreso, han llevado al número de personas que padecen hambre extrema a batir los peores récords.

El mundo se enfrenta a una crisis alimentaria sin precedentes y sin final aparente. Según Naciones Unidas, en 2022 se contabilizaron unos 345 millones de personas de 82 países en situación de inseguridad alimentaria aguda o de alto riesgo, unos 200 millones más que antes de la pandemia.

Tomado de la página de la autora en Facebook.

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