Revelaciones del agua

Por Jorge Ernesto Angulo Leiva

A partir de la plata en el Campeonato Mundial de Canotaje de 2017 en República Checa, Serguey Torres Madrigal y Fernando Dayán Jorge conformaron la dupla más estable en la modalidad c-2 a 1000 metros durante aquel ciclo olímpico. Ni los más altos ni los más fuertes, pero con deseos y resistencia de sobra y con una coordinación, un lenguaje secreto entre sus estilos de remar, capaz de remitir al pasado un kilómetro de la bahía de Tokio en 3 minutos, 24 segundos y 995 milésimas.

La confianza del bote en su objetivo bajo los cinco aros quedó atrapada en una foto con la frase «¡100 días para hacer historia!» y el agua detrás, testigo del esfuerzo, de la exigencia diaria del uno al otro para impulsar un poco más rápido su canoa.

Pedro Enrique Hernández, primer entrenador de Torres Madrigal y medallista pionero en el canotaje de su provincia Sancti Spíritus, recuerda el déficit de entrenamiento de ambos y la preparación de cada uno por separado, motivada por el coronavirus. En aquellas circunstancias, Enrique Hernández apoyó a su alumno prodigio para mantener la forma deportiva en las aguas yayaberas.

Luego, tres meses de concentrado en Polonia les bastaron para conocer sus posibilidades y solo les faltaba escurrir, junto con el sudor, las horas interpuestas entre ellos y su sueño. Mostraron un gran estado sicológico en distintos test y en el último control mejoraron su tiempo en dos segundos. Torres Madrigal le confesó a Enrique Hernández que los cubanos podían esperar una sorpresa porque ellos iban a remar muy fuerte.

Los deportistas barajaban a Alemania, China y Brasil como sus grandes rivales y visualizaban la posibilidad del podio. Ambos coincidían en la necesidad de una regata perfecta y pulieron cada detalle para exhibir su mejor versión a la hora cero.

Desde afuera, aunque muy adentro con su voz, Renier González, narrador deportivo de Tele Rebelde y al tanto de la trayectoria de la pareja, compartía su percepción y contaba el título como una oportunidad latente; justo antes de la final, le expresó a sus compañeros: «Aquí viene otra medalla de oro».

Iraida Madrigal Chinea, madre del líder de la embarcación –tanto por su puesto en la proa como por su experiencia de 34 años de vida y dos décadas en los mares del mundo–; también creía en su hijo y en Dayán Jorge debido a sus años de entrenamiento y los resultados en las lides recientes.

Al contrario, carecía de esa fe en las medallas Mariam Daniela Castillo Concepción, estudiante de periodismo en la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas y amiga del remero más joven. Acogía con orgullo la presencia de los cubanos en la «Tierra del sol naciente», pero la desanimaba la calidad de los contrincantes.

Sin embargo, los demás botes de élite –aunque convencidos de sus potencialidades– tomaban a los caribeños por competidores de consideración. Las duplas de mayor nivel, incluida la de ellos, estaban en el mismo entorno de tiempos, cualquiera podía alzar el título, todo dependería de gestos como el arranque o una paletada, reflexiona Enrique Hernández.

El agua salada, como la de la bahía nipona, resulta siempre más ligera, pero desagrada a Torres Madrigal porque lo cansa mucho y lo quema con el sol; él está acostumbrado a los entrenamientos en el agua dulce de los ríos espirituanos. Sin embargo, Dayán Jorge resalta la rápida adaptación de ambos a las características del escenario tokiota y al horario de su certamen –la 1 de la tarde– durante los días anteriores a su debut.

«Tiene que levantar la canoa de Cuba, pero nada más van 250 metros». Nunca los distinguió la arrancada, pero entre sus cálculos si pasaban el primer cuarto de la prueba a una distancia máxima de un bote con respecto al líder, contarían con grandes chances de victoria porque solían mantener un rendimiento muy parejo en ambas mitades de la regata. Enfatizaron mucho en la salida para permanecer lo más próximo posible al puntero desde el inicio.

Dayán Jorge destaca la madurez y la inteligencia de ambos en la Olimpiada –en contraste con eventos anteriores– pues transitaron por las eliminatorias sin máxima exigencia y eso incrementó la seguridad en su desempeño de la final, cuando llegarían al límite de sí mismos.

Enrique Hernández resalta la administración de las fuerzas para exhibir las mejores condiciones posibles en el desafío definitorio.
«Los cubanos van levantando boga». Uno nunca espera las gradas vacías en unos Juegos Olímpicos, pero de acuerdo con la situación mundial generada por la pandemia, los dos orientaron sus pensamientos hacia ese metal áureo. Aunque hubieran preferido otro escenario, ambos persiguieron su propósito en esas circunstancias.

Ante la ausencia de público y las restricciones sanitarias en la Villa Olímpica, el apoyo familiar encumbró su valor. Madrigal Chinea, como de costumbre, mantenía una comunicación diaria con su hijo, con las preguntas obligadas, pero portadoras de un gran sustento emocional: «¿Cómo pasaste el día?», «¿Qué hiciste hoy?», «¿Los entrenamientos?», «¿Y tu salud?».

En casa de Castillo Concepción aguardaron los momentos previos a la final como «cosa dura», ella hasta había confeccionado un calendario con las participaciones de la delegación cubana y la invadía la ansiedad con la mente fija en cualquier inconveniente: un apagón, dificultades con la señal… Estaba ansiosa por que Tele Rebelde le cediera ya el espacio al canotaje.
«Pasaron segundos, a mitad de prueba, a menos de un segundo de Liu y de Zheng». Compartieron habitación durante seis años y hablaban con frecuencia sobre ese día que creaban para el almanaque; vivieron la regata tantas veces en la mente que, ya frente a ella, sobraron las palabras, salvo este augurio de Dayán Jorge antes de la salida: «Hemos entrenado y hoy lo lograremos, haremos historia».
Desde entonces todo quedó dicho porque cada cual confiaba en su compañero y, con tanta exigencia, cada palabra les costaría una paletada y una sola de ellas, su objetivo. Enfrentaron el agua y la misión como dos soldados kamikaze.
«¡Vamos, que a esa canoa la impulsan más de 11 millones de cubanos!». En todas las regatas del ciclo la dupla transitó de menos a más, con muy buen cierre, pero nunca les alcanzaba la pista para completar el remate: en el último campeonato mundial le llegaron a respirar en la nuca a los ganadores chinos y enfocaron la preparación rumbo a Tokio para pasar más cerca de ellos en la primera parte del recorrido.

La final consistió en una de las más trepidantes de la Olimpiada, pero el nerviosismo colmó a Madrigal Chinea y apagó el televisor; su esposo acudió a un vecino para disfrutar la competencia. Al otro día Randy Vasconcelos, el periodista deportivo de Centrovisión Yayabo, le llevó la victoria de su hijo grabada y, aún con dominio del resultado, la traicionaban sus nervios. A partir de ese momento en su hogar observan aquel video tres, cuatro o cinco veces al mes.

Enrique Hernández reconoce que todos juntos perseguían esa medalla y por eso en su casa ni durmieron en espera del momento grande. Todos gritaron y vivieron como eterno aquel kilómetro, hasta él perdió la calma y todavía hoy celebran ese éxito.

Castillo Concepción nunca podrá borrar del aire su bullicio en medio de la final, sus exclamaciones de: «¡Dale, Fernandito!, ¡Serguey, rema, rema!». Cuando ya le disputaban proa a proa a los chinos y comenzaron a tomar la delantera, ella colapsó emocionalmente: «Renier parecía como en un Primero de Mayo con su escándalo» y ella lo acompañaba. Al final lanzó un grito «que se escuchó en Australia».
«¡China, Cuba, Alemania, China, Cuba… Medalla de oro para Cuba, medalla de oro!». Cuando atravesaron la meta el líder de la canoa quedó en shock: cuando visualizó su bote primero en la tirada final cruzaron por su mente, en unos segundos, veinte años de esfuerzos, de persecución de un sueño escurridizo hasta que lo atrapó en un privilegio compartido con Dayán Jorge, luego de tantos compañeros en el c-2.

Desfilaron por el recuerdo del más veterano todas las personas con fe en él y aquellos portadores de una desconfianza como invitación al crecimiento. A todos les regaló el resultado y eso lo colmó de tranquilidad.

Entre tanto, Dayán Jorge desconocía el triunfo en el primer instante. En la instalación, una pantalla mostraba las posiciones y mientras el sexto lugar de Río 2016 le arrancó una exclamación de «¡Coño, no ponen el de nosotros!», el primero de Tokio lo hizo «reventar de alegría» y festejó su sueño, aunque su carácter posee otra naturaleza.

Inmersos en la ceremonia del triunfo, los reyes del olimpo acuático se miraron y formularon una conclusión: «Somos los más enanos de todo esto». Ellos en lo más alto del podio y los chinos y los alemanes en los escaños inferiores posaban a la misma altura.

En la otra cara de la moneda, de la risa asomó el llanto: todo le indicaba a Dayán Jorge que lo consiguió y le dijo a su compañero: «Te prometí que serías campeón olímpico». Cuando caminaban hacia la premiación Torres Madrigal le ripostó: «No me dejes llorar», pero en definitiva las lágrimas corrieron por las mejillas de ambos.

El alemán Sebastian Brendel, tres veces monarca olímpico y bronce en Tokio, saludó a Torres Madrigal y le comentó: «Finalmente lo lograste». El día después de esa victoria le contaron al yayabero que todos en Cuba hablaban de ellos y despertaron un gran interés por el canotaje. Madrigal Chinea llamó a su titular olímpico y él estaba tan conmovido que solo pudo decir: «Gané» y sus familiares le respondieron: «Tú eres un campeón, nunca tuvimos dudas».

En las calles de Sancti Spíritus y La Habana detienen a Torres Madrigal de vez en cuando para saludarlo y, aunque a veces le causa pena por su timidez, confiesa que el reconocimiento social motiva a los deportistas cubanos y él le otorga mucho valor a frases como: «Conquistaste la Olimpiada, te sacrificaste y marcaste algo en la historia».

Por su parte, Dayán Jorge califica el pueblo cubano como lo mejor del mundo, en cualquier lugar las personas se le acercaban para tomar fotos y conversar: «Es grandioso compartir la experiencia como atleta con las demás personas».

«Los canoístas de los pañuelitos» también dejaron su rastro alrededor del planeta: en el Mundial de Dinamarca en 2021, un desconocido identificó a Dayán Jorge y le aseveró: «Mira, ese eres tú». En otra ocasión los encontraron coleccionistas de firmas que los obligaron a regalar más de 200 rúbricas.

Al margen de los caminos o las sendas marítimas surcadas por los compañeros de bote luego de aquella noche del 2 de agosto de acuerdo con la hora de la isla; siempre cruzarán la memoria juntos.



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