¿Qué no dijo José Martí?

Por Alejandro Gavilanes Pérez


El pensamiento de José Martí puede contarse entre las herencias intelectuales más tergiversadas y falseadas.
Mucho se ha escrito sobre este particular, sin embargo, aún se le adjudican–en murales, postales , paredes, internet y hasta en el imaginario popular–frases que jamás escribió o dijo.
Por eso, todo empeño en pro de decantar su legado de esas «malas yerbas» sigue siendo necesario.
Compartiremos con los usuarios durante el día una breve lista de dichas máximas:

«Robar libros no es robar».
Más que apócrifa, esta frase resulta ofensiva a quien fue paradigma de eticidad. Como diría Luis Toledo Sande, estudioso de la obra martiana, ideas como esta «contradicen su brújula».
Además, no existe referencia real que la avale como escrita o dicha por el Apóstol.

«Cuando un pueblo emigra, sus dirigentes sobran».
Hasta el momento nadie ha podido citar la fuente de la que extrajo esta frase. Simplemente porque no se halla en los textos que se conservan .
Sobra decir que se emplea con frecuencia y malintencionadamente.

«Triste cosa es no tener amigos, pero más triste es no tener enemigos, porque quien enemigos no tenga, es señal de que no tiene: ni talento que le haga sombra, ni bienes que se le codicien, ni carácter que impresione, ni valor temido, ni honra de la que se murmure, ni ninguna otra cosa buena que se le envidie».
Una indagación en la Edición Crítica de las Obras Completas (OCEC) bastaría para descartar a Martí como el autor de estas líneas.
Investigadores han afirmado que no se conoce manuscrito alguno en la papelería martiana que contenga ese texto, ni siquiera se encuentra en las ediciones primitivas de las Obras Completas.
Por otra parte, Google también lo atribuye a la pluma del escritor español Baltazar Gracián. Por lo demás, ni la forma ni el contenido se corresponden con el pulido estilo de Martí.

«Si los que hablan mal de mí supieran lo que yo pienso de ellos, hablarían peor todavía».
Luis Toledo Sande asegura que en años de lectura de la obra de Martí, a veces con la ayuda de la computación, no he encontrado ningún texto suyo que contenga esas frases, y otro tanto les ha ocurrido a los (y las) colegas con quienes he hablado sobre el asunto».
Tampoco parecen martianas estas expresiones salidas del resentimiento, ajeno a él.

«Juraré ante la tumba de los muertos de la guerra del 68, con flores, que Cuba tiene que darse una nueva constitución aprobada en referéndum. Pero antes el pueblo ha de conocer en consulta popular de qué va la nueva constitución y hacia dónde va como nación».
Amén de los elementos estilísticos claramente no martianos –frases hechas de moda debido a la influencia de las series de televisión españolas y la repetición innecesaria de verbos y fonemas sin intencionalidad literaria–, cabe preguntarse de qué constitución, referéndum popular y consulta popular podría hablar Martí en una Cuba colonial.

Pocas resultan las precauciones que se tomen para honrar a Martí como merece, sin tergiversaciones, vulgares humanizaciones o endiosamientos.
Nada sobre él debe tomarse a la ligera, porque no lo toman así quienes pretenden privarnos de nuestros más elevados referentes para desmoralizarnos.

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