Benedicto XVI: el silencio del papa

Por Hebert Obregón Expósito

Cuando a la juventud actual se le habla sobre la figura de un oficial nazi de las SS, casi automáticamente se imaginan el rostro de Thomas Kretschmann, quien le dio vida a dicho personaje en El hundimiento, de Oliver Hirschbiegel. Recurrentes son otros filmes memorables como La vida es bella o La lista de Schindler, todos con esa temática oscura y aterradora de la Segunda Guerra Mundial.

Pero para el joven Joseph Ratzinger, quien naciera el 16 de abril de 1927 en el pueblo de Marklt am Inn, la figura de un oficial alemán de las SS no tenía nada de cinematográfico; menos aun cuando a la corta edad de 16 años y en mitad de una fría noche de 1943, Ratzinger se despertaba con sobresalto y confundido al irrumpir estrepitosamente aquellos oficiales de las SS en el barracón de soldados, dando al azar unas soflamas con el distintivo de las SS a los jóvenes que allí se encontraban.

— ¡Alemania y el Führer los necesitan! —pasó gritando el oficial frente a cada joven soldado hasta llegar a Ratzinger.

— Y tú, soldado… ¿Estás dispuesto a alistarte?

— ¡No! —contestó sereno el joven bávaro.

— ¿Por qué no?

— ¡Quiero ser sacerdote!
Sin embargo, por orden del régimen, todos fueron obligados a tener afiliación a las Juventudes Hitlerianas. El seminario de San Miguel, donde el joven Ratzinger había iniciado sus estudios, se negó a que los seminaristas prestaran servicio militar a la Alemania nazi; pero en octubre de ese mismo año no pudo evitar la inscripción de los seminaristas, en un momento de tensión político-religiosa y en el que la presencia de los seminaristas era una provocación para los nazis, que los consideraban detractores del régimen.

Dos años más tarde fue llamado a filas como ayudante de artillería antiaérea. En 1944 formó parte del Reichsarbeirsdienst (servicio de defensa alemán). Hacia los últimos días de la guerra Joseph desertó, pero fue hecho prisionero por los aliados en un campo cerca de Ulm.

Después de ser puesto en libertad continuó su formación en el seminario diocesano de Traunstein. De 1946 a 1951 estudió Teología Católica y Filosofía en la Universidad de Teología y Filosofía de Freising, en el Herzogliches Georgianum de la Universidad de Múnich y en la Universidad de Friburgo.

Fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1951 junto a su hermano Georg, por el cardenal arzobispo de Múnich y Freising, Michael von Faulhaber, y celebró su primera misa en la parroquia de San Oswaldo en Traunstein, y el 30 de julio de 1951 en Rimsting (lugar donde nació su madre) junto a su hermano. Posteriormente ingresó como profesor en la Universidad de Bonn en 1959 y en la Universidad de Múnich en 1963.

Se mantuvo en el ejercicio de la enseñanza teológica hasta el 24 de marzo de 1977, cuando fue consagrado como arzobispo de Múnich y Freising. El 27 de junio de ese mismo año fue creado cardenal de la Iglesia Católica por el papa Pablo VI. En ese mismo año, al tener lugar el Sínodo de los Obispos dedicado al tema de la catequesis, se produce su primer encuentro con el entonces cardenal Karol Wojtyła (posteriormente papa Juan Pablo II), después de muchos años de intercambiar entre sí correspondencia, ideas y libros.

Luego de participar en el cónclave que eligió a Juan Pablo II, es nombrado el 25 de noviembre de 1981 como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, por lo cual dimitió en 1982 como arzobispo de Múnichp, y fue nombrado en 1993 como cardenal obispo de Velletri-Segni. Cinco años después es elegido como vicedecano del Colegio Cardenalicio y decano del mismo para 2002.

Bajo su prefectura se dictaron documentos acerca de la postura de la Iglesia Católica con respecto a las personas homosexuales (1986), y la “Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral de las personas homosexuales» (1992), rechazando los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales (3 de junio de 2003). Fue uno de los encargados del estudio de la compatibilidad de la Teología de la liberación con la doctrina católica y prohibió el ejercicio de la enseñanza teológica en nombre de la Iglesia a teólogos disidentes como Hans Küng, Leonardo Boff, entre otros.

Por encargo del papa Juan Pablo II fue el responsable de la confección del nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, que luego de seis años de trabajo fue publicado en 1992.

Cónclave y elección

Tras la muerte del papa Juan Pablo II el 2 de abril de 2005, Joseph Ratzinger ya era el favorito para convertirse en el próximo papa; y como decano del Colegio Cardenalicio fue el encargado de oficiar el funeral de su predecesor.

A pesar de haber sido considerado como el sucesor natural de Juan Pablo II por su cercanía con el pontífice, los medios de comunicación internacionales no lo situaban como favorito debido a que las predicciones papales modernas estaban fuera de la realidad; las elecciones de Juan Pablo I y Juan Pablo II lo habían demostrado. Se veía con fuerza la famosa frase irónica de los vaticanistas de: «el que entra al cónclave como papa, sale como cardenal».

Finalmente, el 19 de abril de 2005 tras la cuarta ronda de votaciones en el segundo día del cónclave, Joseph Ratzinger fue elegido papa como sucesor de Juan Pablo II. Su anuncio como nuevo Sumo Pontífice de la Iglesia Católica fue realizado por el cardenal protodiácono del Colegio Cardenalicio y diácono de S. Saba, el chileno Jorge Arturo Medina Estévez, quien se dirigió al mundo con las palabras “Queridísimos hermanos y hermanas” en italiano, español, francés, alemán e inglés, antes del tradicional Habemus Papam en latín.

Papado

Su elección generó de inmediato algunas críticas, centradas en su perfil conservador. Se lo acusó de desear restituir la organización y doctrina de la Iglesia existente antes del Concilio Vaticano II. Algunos analistas preveían que con él la Iglesia endurecería sus posturas en lo referente a la prohibición del aborto, la homosexualidad, la eutanasia o el uso de métodos anticonceptivos. Sus partidarios aducen que durante su prefectura sólo uno de los procesos abiertos acabó en excomunión: el del arzobispo ultraconservador Monseñor Marcel Lefebvre. También se recordaba su asistencia al Concilio Vaticano II y que había sido de los más progresistas y propuesto reformas novedosas.

Durante los casi ocho años de su pontificado, Benedicto XVI alcanzó gran popularidad dentro del clero conservador de la Iglesia y se ganó el sano recelo de aquellos sectores más modernistas. Considerado uno de los papas más tradicionales de la historia de la Iglesia Católica, fue público su esfuerzo porque el catolicismo retornara la vista a la originalidad del pensamiento teológico y doctrinal de los años del Concilio Vaticano II.

Su trabajo como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y la Disciplina de los Sacramentos y después, desde su postura como pontífice de la Iglesia, redefinió prácticas y conceptos que habían caído en la ambigüedad, ofreciendo puntos bien claros del parecer de la Iglesia y tratando de erradicar las malas interpretaciones del Concilio Vaticano II, del cual fue consultor.

La intensa actividad intelectual de Benedicto XVI se expresó en más de una ocasión en sus documentos pontificios abogando por el papel de la Iglesia en el mundo, sobre las filosofías contrarias a la fe y el papel de la esperanza en la vida del cristiano, sobre la crisis mundial y los valores de la persona humana, la misión divina de la Iglesia, el valor sacramental de la Eucaristía, la Iglesia de África y del Medio Oriente, entre otros.

Como papa de la Iglesia Católica promovió en gran medida el diálogo intercristiano y el interreligioso, especialmente entre judíos y musulmanes. Durante su mandato como cabeza de la Iglesia Católica visitó casi toda Italia, además de Alemania, Polonia, España, Turquía, Brasil, Austria, Estados Unidos, Australia, Francia, Camerún, Angola, Cuba, entre otros.

Antes de finalizar su pontificado, Benedicto XVI había creado a 90 nuevos cardenales, beatificado a más de 500 fieles cristianos (dentro de los cuales se encontraba su antecesor Juan Pablo II) y canonizado a 44 personas.

Renuncia

El 11 de febrero de 2013 el papa Benedicto anunció por sorpresa su renuncia del cargo, alegando «falta de fuerzas» con las siguientes palabras:

He llegado a la certeza de que mis fuerzas, debido a mi avanzada edad, no se adecuan por más tiempo al ejercicio del ministerio petrino. Con total libertad declaro que renuncio al ministerio de obispo de Roma y sucesor de Pedro.

La decisión de la renuncia del papa sacudió los cimientos del catolicismo, quien había visto en la figura de Juan Pablo II y en su lucha constante contra el Parkinson un modelo papal de martirio hasta los últimos días. Dicha dimisión se hizo efectiva el 28 de febrero a las 20:00 horas, hora de Roma, a partir de la cual la sede papal quedó vacante, dando comienzo al proceso de celebración de un cónclave que eligió al nuevo papa.

Benedicto XVI abandonó el Vaticano en helicóptero aproximadamente a las 17:00 horas. Mientras sobrevolaba Roma, las campanas de todas las iglesias y basílicas de la ciudad tañían a la vez. Llegado a Castel Gandolfo, su nueva residencia en los dos primeros meses tras su renuncia, compareció en el balcón del Palacio Apostólico, donde dirigió sus últimas palabras como papa a la gente congregada en la plaza:

Gracias, gracias de corazón. Gracias por vuestra amistad y vuestro afecto (…). No soy más el Sumo Pontífice de la Iglesia. A partir de las 20.00 horas, seré simplemente un peregrino que continúa su peregrinaje sobre la Tierra y afronta la etapa final. (…) Gracias y buenas noches.

Seguidamente, dio la bendición y se retiró. A las 20:00 horas, la Guardia Suiza que custodiaba el portón del palacio fue relevada, a la vez que se cerraban los postigos, simbolizando de este modo el fin del pontificado. Posteriormente a su renuncia, se le vio en cuatro ocasiones en un encuentro público, dos ellas junto al papa Francisco.

Desde su renuncia, Benedicto vivió cerca de su sucesor, Francisco, en el propio Vaticano, siendo este un acontecimiento único e histórico dentro de la Iglesia Católica. Hasta su muerte mantuvo su nombre, Benedicto XVI, y desde su renuncia ostentó el título de papa emérito o pontífice emérito, así como obispo emérito de Roma, con el tratamiento de Su Santidad.

Fallecimiento

El 31 de diciembre de 2022, último día del año según el calendario gregoriano, y en la víspera de la celebración de Santa María Madre de Dios, el papa emérito de la Iglesia Católica falleció.

La noticia se dio a conocer, según el protocolo, por la Oficina de Prensa del Vaticano, a las 9:34 am (hora de Roma). Su cuerpo será expuesto en la basílica vaticana a partir del lunes 2 de enero y los funerales serán presididos por el actual obispo de Roma, el papa Francisco el próximo 5 de enero.

Luego de una prolífica vida como teólogo, profesor, obispo y Papa, Joseph Ratzinger, tras su renuncia en 2013, había elegido como residencia el Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano, lugar donde finalmente y tras un deterioro considerable de su salud, se despidió de este mundo:

Pronto me enfrentaré al juez definitivo de mi vida. Aunque pueda tener muchos motivos de temor y miedo al mirar hacia atrás en mi larga vida, me alegro, sin embargo, porque creo firmemente que el Señor no solo es el juez justo, sino también el amigo y el hermano que ha sufrido Él mismo mis defectos y es, por tanto, como juez, también mi abogado.

Ahondado en una vida de silencio, apartado siempre del trasfondo mediático que se generaba en torno a su persona y ministerio, Benedicto XVI supo convertirse, para la Iglesia y para el mundo, en un claro recordatorio de que el liderazgo (en cualquier ámbito) implica servicio, sacrificio y humildad frente a la realidad del prójimo. Ante el mundo se apaga un erudito de los siglos XX y XXI y uno de los exponentes más preclaros de la diplomacia internacional; un papa que dijo mucho por el simple hecho de decir solo lo necesario.

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