Carlos Manuel de Céspedes, entre la historia y la ficción

Con el paso de años, décadas y siglos los padres fundadores de la nación se marchitan en las páginas de la historia, casi siempre desvirtuados de su condición humana. Con su pose heroica y apergaminada, habitan los refugios de la historiografía nacional, pero menguan lentamente en la cultura y la idiosincrasia del pueblo.

A 145 años de su muerte, Carlos Manuel de Céspedes, el primer presidente de Cuba, no escapa a este fenómeno. El tiempo y la apatía intentan borrarlo, reducirlo a cuatro efemérides y tres datos biográficos insustanciales.

Sin embargo, al menos en su caso, ya existen esfuerzos para devolverlo a la superficie. Ejemplo de ello son Carlos Manuel de Céspedes. El diario perdido, de Eusebio Leal, y Los últimos ocho días del presidente, texto del narrador y periodista espirituano Hugo Chinea, puesto en circulación durante la Feria Internacional del Libro de 2019.

La novela, basada en una fuerte documentación histórica, recrea los días finales del Padre de la Patria, a partir de varias tramas que terminan por confluir en su muerte, ocurrida en los alrededores de la prefectura mambisa de San Lorenzo.

Mientras el oportunismo yace agazapado en las esquinas de la democracia mambisa, Carlos Manuel de Céspedes es depuesto del cargo de Presidente de la República en Armas. Tras su destitución, vive recluido en un caserío de la Sierra Maestra, a la espera del permiso de salida que lo reuniría con sus seres queridos en el extranjero. Teniendo como únicas distracciones su diario personal y su romance con una joven campesina, el abogado bayamés ignora el duro final que tejen para él los españoles y el Gobierno cubano.

A pesar de los intentos de retratar a un Céspedes más humano, más próximo al público, en Los últimos ocho días del presidente sobraron fechas y datos, pero faltaron detalles necesarios para comprender la frustración de quien inició la guerra de independencia y fue traicionado y humillado por los suyos. Puedo asegurar que, de todos los personajes, es Céspedes uno de los más opacos. Salvo unos pocos flashazos, como al rememorar sus historias amorosas, le faltó bastante energía a este mambí literario.

Entre los puntos grises de la trama, cabe resaltar también el nulo tratamiento del antagonista principal, L. P. “Cristo”. Esta figura anónima, miembro de la Cámara de Representantes y tenaz detractor del expresidente, encabeza la conspiración anticespedista, a la vez que juega el papel principal en el desarrollo de los acontecimientos.

A pesar de su importancia, nunca sabrá el lector quién es L. P. “Cristo” ni por qué tiene esa fijación con el protagonista. ¿Cuál es su interés por acabar con Céspedes? ¿Por qué tiene tanta influencia dentro del Gobierno mambí? ¿Cómo se convirtió en una especie de poder-tras-el-poder? No hay respuestas ni matices. L. P. es malo porque sí.

Independientemente de estos señalamientos, Los últimos ocho días del presidente tiene el mérito de rescatar a Carlos Manuel de Céspedes y repensarlo desde la ficción. Partiendo de allí, toca regresar a las fuentes históricas y adaptar ante los nuevos escenarios el legado del Padre de la Patria. Solo así el iniciador de nuestras guerras independentistas trascenderá el apretado espacio de las efemérides para situarse de nuevo en la memoria colectiva.

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