La delegación cubana concretó su compromiso de anclar entre los primeros veinte países del medallero olímpico

Misión cumplida en Tokio

Por Jorge Ernesto Angulo Leiva

El domingo ocho de agosto asistimos a la consumación de las cenizas de los Juegos Olímpicos de Tokio, inolvidables por razones como el logro de un ambiente de seguridad sanitaria, el nivel competitivo sin precedentes en un gran número de disciplinas, y la heroica actuación de una reducida comitiva de Cuba, acreedora de siete oros, tres platas y cinco bronces, traducidos en el puesto catorce de la tabla.

Los pronósticos auguraban una cosecha de entre cinco y seis metales dorados, y la realidad superó los cálculos. Aportaron las preseas más codiciadas la lucha grecorromana y boxeo – como figuraba en los planes–, y el canotaje, con un triunfo vibrante que cambió las aspiraciones de podio por una estancia en la cima.

Revalidaron su favoritismo los boxeadores de apellido Cruz, Andy y Julio César, así como la leyenda viviente y «en talla» de Mijaín López. Accedieron al recinto de la gloria los pugilistas Arlen López y Roniel Iglesias, quienes no contaban con la fe de todos sus compatriotas, pero les sobraba la confianza propia. El irrespetuoso luchador Luis Orta proyectó en la lona a medallistas mundiales y olímpicos, y la dupla de Fernando Dayán Jorge y Serguei Torres colgó el alma en sus remos para llegar por fin, y en el momento clave, a la cumbre de la prueba del c-2 a 1000 metros en el piragüismo.

Esas victorias opacaron decepciones del tamaño de la eliminación en primera ronda del gladiador Ismael Borrero o la pérdida, en el último suspiro, de un título esperado en el salto largo para Juan Miguel Echevarría, condicionado por una lesión desde la mitad de la prueba. La incorrecta dosificación de las cargas en el atletismo repitió una historia demasiado conocida: los representantes del Deporte Rey llegaron a la cita estival en mala forma, e incluso seis de ellos con lesión.

Ameritan una excepción la corredora de 400 metros Roxana Gómez, luego de igualar y rebasar por más de un segundo su marca personal, y la cuarteta femenina de 4×400 metros que en la semifinal, sin contar con Roxana, detuvo los relojes a escasas décimas del récord nacional.

Preocupó la exhibición del judo, especialmente entre los hombres, pues la mayoría de los exponentes cedieron en la primera ronda. Los resultados de los años recientes demuestran una caída vertical de ese arte marcial; por suerte, Kaliema Antomarchi con un digno quinto lugar, e Idalys Ortiz con un subtítulo, suscitaron alegrías en el tatami.

Ahora Idalys muestra el más exitoso palmarés en el seno de la escuela cubana de judo femenino, con un oro, dos platas y un bronce en Olimpiadas. También Mijaín López llegó a la cifra de cuatro preseas, aunque todas áureas, para igualar a tres estadounidenses y una japonesa como los ganadores de cuatro trofeos en distintas ediciones de una misma modalidad y disciplina.

Salvo las excepciones de Mijaín y Orta –suficientes para conquistar la posición cimera por naciones en el estilo clásico– y el meritorio bronce de Reinieris Salas en el libre, la lucha quedó por debajo, con exponentes sin fondo físico para resistir los seis minutos de un combate.

Debido a una falta de disposición en la salida de apertura, Rafael Alba perdió la posibilidad de reinar en el taekwondo ante un rival de menores resultados, aunque recibió la bendición de un repechaje que lo condujo al tercer escalón del podio, primero con presencia de un cubano.

Todos los elogios merecen el tiro deportivo y el canotaje, dos actividades aparentemente prohibidas para naciones de escasos recursos; pero el gran trabajo de las respectivas federaciones en la Mayor de las Antillas propició el título del c-2 a 1000 metros, la plata engañosa de Leuris Pupo, sumada a su otro oro, y otras buenas presentaciones.

¿Qué apuntar sobre el boxeo? Nuevamente dijo «presente», y de sus siete participantes emergieron un bronce y cuatro campeones, tres de ellos por segunda ocasión. La escuadra había arribado a Tokio rodeada de algunas dudas planteadas por el pueblo, pero los guantes se encargaron de desterrar las vacilaciones.

El capitán Julio César La Cruz actuó en un frente paralelo al cuadrilátero y venció asimismo en su confrontación política. Descartó uno tras otro los retos del cambio de peso, los jueces, la prensa, las palabras hueras, los contrincantes, y culminó con una clase magistral donde humilló al supuesto número uno de su división.

Todos sentimos la ausencia de las disciplinas colectivas y el país debe aumentar los esfuerzos para clasificar el voleibol de sala masculino en París 2024, para retornar con el béisbol a Los Ángeles 2028 y garantizar el regreso paulatino a planos estelares de tantos equipos.

Como punto estratégico, también resultaría conveniente insertar con fuerza la isla en modalidades que no exigen holgura en la economía y pertenecen o conservan posibilidades de formar parte del programa olímpico, entre ellas: el baloncesto 3×3, el boxeo femenino y el ciclo cross –propuesta para las Olimpiadas de invierno.

Por supuesto, si las condiciones continúan obligando al Estado a caminar por la cuerda floja, el camino más prudente consistiría en seguir apostando por las disciplinas de mayores chances competitivos, en sacrifico de la masividad acostumbrada, como ocurrió en Japón.

En términos generales, Cuba realizó una hazaña, pero sus miembros apenas representan una fracción del movimiento deportivo. No debemos derrumbarnos por las decepciones ni dormirnos con el estallido de emoción de los logros. La historia apenas comienza y la verdad de los guerreros espera en el futuro.



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